Existen en el mundo infinidad de instrumentos musicales, algunos más elegantes que otros, algunos más estridentes que otros, algunos más delicados que otros, cada uno con sus particularidades, y su belleza.
Los instrumentos de percusión, aliados del tiempo, marcando su estricto compas, variables en amplitud pero de ritmo constante, eternos, penetrantes, se hacen notar por instantes, pero pierden interés con el paso de los minutos, engañan a los sentidos pues adquieren un protagonismo total sin ser merecedores de ello. No prescindibles, pero el resto de instrumentos pueden subsistir en armonía sin ellos.
Los instrumentos de viento, el aliento de la música, la línea argumental del sonido, ligados a la vida a través del aire, unos estridentes como huracanes, otros suaves como brisas de verano, siempre besados por los labios, siempre sujetos por manos delicadas, constantes, fieles, construidos de la más fina de las maderas, o el más tenaz de los metales, siempre débiles.
Y los instrumentos de cuerda, vibrantes, oscilantes, tensos, de humor cambiante, de formas perfectas, curvas definidas, suaves, los puedes pellizcar, acariciar, golpear, y siempre te devolverán su característica vibración, siempre fieles, pueden hablarte enfadados, pueden hablarte contentos, pueden reprocharte, pueden gritar, pero también te pueden susurrar palabras de amor. Delicados, variables, siempre perfectos, amigos y enemigos de la noche, quieren dejarse tocar y a la vez quieren que no lo hagas, quieren ser la banda sonora de la vida, y a la vez el prologo de la muerte, ¿porque son tan complicados? ¿Porque son tan frágiles? ¿Porque son tan delicados?, a veces sobran estas preguntas y solo cabe amarlos, dejarlos sonar, sea para bien o sea para mal, porque siempre compensarán las malas notas con el acorde perfecto. Creen sonar mejor en solitario, pero como mejor suenan y como mas resplandecen es cuando dos de ellos, aun siendo distintos, van juntos. Unas veces se entenderán, otras sin embargo no, pero su espectro musical siempre será completo. Siempre maltratados, siempre perfectos, su música durara por siempre.
“No puede haber enemistad entre quienes componen música juntos, al menos mientras dure esa música”.
Paul Hindemith
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